jueves, 11 de marzo de 2010

EDUCACIÓN EN VALORES EN EL CONTEXTO UNIVERSITARIO – PERFIL DE VALORES DE UN DOCENTE UNIVERSITARIO

nadie es un secreto, que los retos y desafíos que se viven actualmente a escala mundial están referidos a la globalización, proliferación del conocimiento, la información y la comunicación; el desarrollo económico, científico y tecnológico, los cuales plantean cambios complejos a los que debe responder la Educación.
En este sentido, el sistema educativo; en especial el superior, es un ente constituido para responder a las demandas en todos los órdenes del país; lo que significa, que es una institución que garantiza el progreso y desarrollo del mismo. En correspondencia, debe constantemente ser reorganizado para impulsarlo hacia las transformaciones imprescindibles que la sociedad reclama, para actuar sobre esas necesidades de manera eficaz, eficiente y de calidad.
Estas consideraciones, suponen que la educación superior debe ejecutar una gerencia pertinente con los cambios y exigencias del momento, donde a través de sus funciones básicas: docencia, investigación y extensión dirija sus acciones hacia el logro de formar ciudadanos integrales, donde estos adquieran herramientas fundamentales orientadas a la capacidad de aprender, crear, innovar y comunicar a través de una actitud crítica, reflexiva, analítica, proactiva, democrática y con un sentido de pertinencia social. Sólo de esta manera, la educación superior respondería a los fines por las que fueron creadas, que no es más, la de contribuir con el desarrollo sostenible y sustentable del país.
Al respecto Romero (2004) afirma: “El desarrollo del país requiere un sistema de educación superior con mayor responsabilidad y mejor calidad, en el que se asegure que los individuos cuenten con posibilidades reales y excelentes de obtener una formación adecuada, con la finalidad de egresar profesionales integrales que contribuyan a hacer de nuestro país, una nación capaz de producir bienes y servicios adecuados a las necesidades de su población”.
La educación superior en Venezuela ha logrado configurarse como un subsector educativo con innegables contribuciones positivas al país, cumpliendo un papel decisivo tanto en la generación de conocimientos, la formación de profesionales e intelectuales al servicio de la comunidad; así como en el fortalecimiento de los valores propios a la consolidación de una sociedad democrática. Aún más, cuando en la actualidad enfrenta “un gran reto,” pues debe convocar a la formación de un hombre más humano, más sensible a su entorno; en tal sentido, debe plantearse como meta principal la creación de valores éticos entre los cuales deben destacar la eficacia, la eficiencia, la transparencia y la equidad.
En esta sociedad cambiante, el conocimiento se convierte en uno de los recursos más importantes de desarrollo. En este sentido, la educación superior esta llamada a la formación del hombre integral: crítico, auto responsable, y sobre todo con una formación científica que este evolucionando constante y progresivamente como avance la información, momento de cambios quizás radicales, donde todavía hay muchos que sufren de parálisis paradigmática.”
Es vital la concreción de la universidad como un escenario de producción social, ya no sea vista entonces dentro de la concepción tradicional de “recinto cerrado” o “claustro de conocimiento” sino como una organización o sistema abierto al flujo social y más aún, con capacidad para dar respuestas a las necesidades y demandas de un contexto epocal donde lo permanente es el cambio, la transformación y el desafío es permanecer a la vanguardia del conocimiento. Villardón (2006) dicen: “…la sociedad moderna delega en la educación superior la función de desarrollar en los estudiantes las competencias necesarias para actuar responsablemente en la sociedad lo cual implica, entre otros aspectos, el desarrollo de unos planes de estudio en el que los contenidos teóricos se complementen con el desarrollo de habilidades y competencias, como son: trabajo en equipo, capacidad de resolución de problemas, creatividad…”
La realidad actual que se vive, urge individuos integrales y proactivos con competencias que les permitan actuar de manera eficaz en la sociedad. En este sentido, se vislumbra la importancia que tiene la formación integral de los estudiantes; a estos se les debe guiar y orientar sistemáticamente en todas las etapas que transita promoviendo e integrando la ética y los valores morales; elementos fundamentales que debe ser tomado en cuenta en los componentes del currículo universitario.
No es un secreto para nadie que los cambios que sean dado en sociedad han traído como consecuencia una profunda crisis de valores. Es por ello, que nuestras casas de estudios deben poner el acento supremo en aumentar su capacidad para servir en medio de la incertidumbre, para transformarse y provocar cambios en función de atender las necesidades sociales, innovando nuevas estrategias para generar el conocimiento como uno de los recursos más importantes de desarrollo basados en dimensiones de moralidad y espiritualidad. Solo de esta manera se garantiza que los estudiantes comprendan, conciencien y asuman los emergentes cambios que se dan en su estructura a nivel social, económico, político y cultural, así como las diversas formas de abordarlos con una actitud crítica y responsable.
En referencia a lo planteado Sullivan (2008) expresa: “el profesor es uno de los componentes esenciales del proceso educativo y en quien descansa la máxima responsabilidad de desarrollo integral de los estudiantes… es el recurso humano más importante, quien hace posible la misión de las universidades, no se puede aspirar a formar profesionales capaces, si los docentes no son conscientes de su responsabilidad y están aptos para ello.” (p. 162).
Lo comentado, por el autor permite dilucidar que el docente universitario en los actuales momentos, debe ser una guía para el estudiante en el proceso de aprendizaje, no como un simple transmisor de conocimientos sino bajo una relación afectiva, dialógica y valorativa. En tal sentido, estamos hablando de que todo docente debe tener un perfil profesional que lo caracterice: conjunto de roles, de conocimientos, habilidades y destrezas, actitudes y valores necesarios que posea para el desempeño de su profesión conforme a las diversas condiciones de los contexto donde interactúa.
Es pertinente que el docente realice de manera coherente la docencia, la investigación y la extensión; para lograr la activa participación de los participantes en los asuntos comunitarios y obtener un continuo saber y el aprender, de ese nuevo saber, le permita aprender a desaprender y aprender a aprender; dicho de otra forma, debe planificar los contenidos programáticos enmarcados en la realidad regional, local y por ende nacional. De esta manera, promueve la investigación, desde contextos y escenarios reales desarrollando en los estudiantes una actitud crítica ante las diversas necesidades y problemas presentes en nuestra geografía.
En este sentido la praxis pedagógica del docente universitario no bebe estar descontextualizada ya que es la forma de contribuir a la transformación del país que queremos, promoviendo principios y valores que van en función del bien común.
Morín citado por Martí (2003) acota “El conocer la realidad se relaciona con lo ético, lo estético y también con la vida. Sin embargo, cuando se conoce parcialmente, sin ver lo que “está tejido en conjunto” se puede olvidar o ignorar las consecuencias del propio conocimiento, dejando de lado la responsabilidad y la solidaridad, valores fundamentales para interactuar como sujeto social.”
Desde esta postura se puede decir, que la ética y los valores morales son esenciales en el desarrollo educativo y cultural de una comunidad, sentada sobre bases democráticas para la formación de individuos solidarios, participativos, proactivos y respetuosos.
En conclusión se puede decir, que el docente debe tener un perfil integral para lograr los fines de la educación superior, no solo debe limitarse a transmitir conocimientos, para desarrollar habilidades intelectuales y prácticas, sino que junto a esto, tiene que contribuir a la formación de una persona digna, libre, respetuosa, amante de la vida, la naturaleza, la verdad, entre otros valores esenciales. Esto demuestra que el docente tiene una sólida formación axiológica que regula su actuación profesional y que lo caracteriza como un profesional con capacidad para comprender su papel protagónico en la sociedad, asumiéndolo con responsabilidad, honestidad y tolerancia.
Este Perfil responde de manera significativa a las transformaciones y desafíos presentes en la sociedad, ya que logra una nueva actitud tanto del docente como del los estudiantes en la forma de acceder y utilizar el conocimiento con responsabilidad ética, social y ambiental que le permita actuar de manera crítica y proactiva en el desarrollo de país. Asimismo, se logra el respecto por los derechos humanos, el respeto a las identidades, a la cultura, la paz y unidad. Se promueve la participación activa de estos dos actores (docente-estudiante) en las comunidades fortaleciendo el desarrollo endógeno.
En definitiva, el docente promueve en los estudiantes, la autonomía, la responsabilidad; desde la participación activa de éste en su proceso de aprendizaje, construyendo conocimiento en forma individual y social. Esta nueva postura permite que el participante sea reflexivo, crítico involucrados con la realidad nacional.
Realizado por: Betzaida Tovar
Referencias Bibliográficas:
Sullivan P. (2008). La complejidad del Conocimiento y el Problema de la Educación en el Siglo XXI
Ríos D. (2003). La Educación de Valores en el Contexto Universitario
Soriano M. (s/f). EL Profesor Universitario ante los Retos del Mundo de Hoy: sus Competencias Laborales
Martí J. (2003). La Ciencia y la Técnica en el Desarrollo de Valores desde el Pensamiento económico
Miranda, Echeverría y otros (2009). Valores en la Educación Superior.

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