sábado, 13 de marzo de 2010

Valores en Educación: Una ventana abierta a la educación centrada en los valores.

Para dar inicio a la construcción de tan importante tema bien vale la pena plantearse tres interrogantes que orienten todo su desarrollo, ahora bien tales interrogantes estarían orientadas en el hecho de dar a conocer ¿Qué es la axiología? ¿Por qué es tan importante el estudio de los valores en la educación del ser humano? ¿Cuáles son las implicaciones pedagógicas ante el estudio de los valores?
A manera de dar respuesta a las interrogantes planteadas, se inicia desde el significado de axiología, siendo así la axiología una rama de la filosofia que estudia la naturaleza de los valores y juicios valorativos, su término fue empleado por primera vez por Paul Laupie en 1902 y posteriormente por Eduard Von Hartman en 1908, ésta no sólo trata de los valores positivos, sino también de los valores negativos, analizando los principios que permiten considerar que algo es o no valioso, y considerando los fundamentos de tal juicio.
Es así que, la investigación de una teoría de los valores ha encontrado una aplicación especial en la ética y en la estética, ámbitos donde el concepto de valor posee una relevancia específica. Algunos filósofos como los alemanes HeinrichRickert o Max Scheleler han realizado diferentes propuestas para elaborar una jerarquía adecuada de los valores. En este sentido, puede hablarse de una ética axiológica, que fue desarrollada, principalmente, por el propio Scheler y Nicolai Hartmann.
Desde el punto de vista ético, la axiología es una de las dos principales fundamentaciones de la ética junto con la deontologia, el estudio griego culmina con el desarrollo de un sistema de valores, que a su vez pueden ser objetivos o subjetivos, y en atención a ello, los valores morales son pues, los parámetros que nos permiten juzgar si un acto es moralmente bueno o malo, conforme a los acuerdos implícitos o explícitos que ha denotado unasociedad, existen características que a pesar de la diversidad de cultura y de pensamientos, son comunes para determinar si un valor realmente lo es.
Desde tiempos inmemoriales y antes de que los valores hayan sido objeto de estudio de alguna ciencia como la filosofía o la ética, los hombres han establecido criterios para calificar los actos humanos de acuerdo con las expresiones y costumbres, que varían de acuerdo al tiempo, el espacio geográfico o las circunstancias en que estos se desarrollen, los valores son fruto de cambios y transformaciones a lo largo de la historia y surgen con un especial significado, cambiando o desapareciendo en las distintas épocas.
El valor moral perfecciona al hombre en cuanto a ser hombre, en su voluntad, en su libertad, en su razón. Se puede tener buena o mala salud, más o menos cultura, por ejemplo, pero esto no afecta directamente al ser hombre. Sin embargo vivir en la mentira, el hacer uso de la violencia o el cometer un fraude, degradan a la persona, empeoran al ser humano, lo deshumanizan. Por el contrario las acciones buenas, vivir la verdad, actuar con honestidad, el buscar la justicia, le perfeccionan, estos valores morales surgen primordialmente en el individuo por influjo y en el seno de la familia, entre ellos el respeto, la tolerancia, la honestidad, la lealtad, el trabajo y la responsabilidad, como algunos de los tantos existentes.
Para que se dé una transmisión de valores son de vital importancia la calidad de las relaciones con las personas significativas en su vida, sus padres, hermanos, parientes y posteriormente amigos y maestros. Es además indispensable el modelo y ejemplo que estas personas significativas muestren al niño, para que se dé una coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Siendo de suma importancia la comunicación de la familia, en atención al grado de madurez el niño se hará participe de esta comunicación abierta, en la toma de decisiones y en aportaciones sobre asuntos familiares, estos valores morales adquiridos en el seno de la familia ayudarán al ser humano a insertarse eficaz y fecundamente en la vida social, no hay que olvidar el rol de la familia ante la consolidación de los valores de cada uno de sus miembros.
Para Barroso(1995), la familia es un laboratorio en el cual todo lo que se necesita para la vida, se aprende, practica y valida, es el contexto en el que se estructura, de manera permanente, la experiencia de vivir una cierta organización mental que nos capacita para funcionar con efectividad. Cuando hablamos de vivir estamos hablando de los tres procesos por los cuales todos pasamos: nacer, crecer y morir.
El autor citado plantea que el nacimiento es en familia. La concepción, su inicio, con un papá y una mamá. Y todo su posterior desenvolvimiento es por intermedio de esas dos figuras importantes. Mamá-hijo son figuras, al comienzo y todo el tiempo, aunque papá este presente, de una manera menos pública. Lo cierto es que jamás hubiera habido madre sin padre, hombre sin mujer. Todo cuanto suceda a la madre, es captado por el niño inmediatamente vía placenta, de la misma manera todo cuanto pasa con el hijo es inmediatamente captado por los padres vía intuición. El alimento lo recibe de la madre. La información la recibe de ambos mediante contacto. Ambos están presentes en todo el proceso de gestación y nacimiento.
Así mismo el autor en referencia precisa, ser familia es algo íntimo. Lo más intimo que tiene un ser humano después de sí mismo, es la conciencia de pertenecer, estar vinculado, ser parte de un grupo diferente, es contar con alguien especial. Es sentir la mirada y el cariño sin condiciones, es ser tomado en cuenta sin fastidio, es tocar, abrazar, besar sin permiso, es ayudar sin esperar algo en retorno, es expresar diferencias en lo rutinario de la vida; un reclamo, un grito, un déjame en paz, un portazo, un complacer, dándoles a todos la oportunidad de perdonar y de querer, aunque no haya sido lo suficientemente educado.
Ser familia es dar o recibir disculpas, sintiendo que el afecto es el mismo; sin culpas, agravios, situaciones inconclusas, con la conciencia clara de que se es diferente; porque cuando se ama, las diferencias acercan y las dificultades unen, es magia en las manos, expresión en el rostro, brillo en los ojos, calor en los abrazos y sentido en los encuentros. Las lágrimas de verdad, son lágrimas, el dolor es dolor y la vida es vida. Un tiempo sin horas, sin minutos que es tuyo hasta que amanezca, hasta que la tormenta amaine y nazca de nuevo la esperanza, porque la mejor curación la proporciona la familia, cuando todos comparten dentro de ella.
Después de toda esta intervención como se hace para no tener a la familia presente dentro de todo el proceso educativo, dentro de esa construcción tan importante que radica en la formación del ser humano, de los educandos, de la sociedad, si es allí donde se da inicio a la vida, a la humanidad y a la esencia del ser, a la consolidación de los valores para su posterior fortalecimiento en el sistema escolar.
Desde un punto de vista socio-educativo, los valores son considerados referentes o pautas que orientan el comportamiento humano, éstos, son guías que dan determinada orientación a la conducta y al comportamiento de cada individuo y de cada grupo social, son las personas quienes les otorgan un determinado valor, dependiendo del agrado o desagrado que producen, con tendencia a la subjetividad en este caso.
Al respecto, la UNESCO plantea, la Escuela debe promover la ciudadanía activa y la cohesión social a través de la Educación en Valores, y ante tal planteamiento, surge la presencia de un eje transversal dedicado al proceso de formación de valores, justificado por la crisis de valores que se vive en la sociedad. Cada día, esta sociedad demanda con más fuerza de las universidades, profesionales competentes con formación integral, la que no solo dependa de los conocimientos y habilidades que se adquieren en los claustros docentes sino de las convicciones, sentimientos y valores éticos que regulan la actuación profesional del egresado, lo cual requiere una sólida formación axiológica.
La acción educativa debe centrar sus esfuerzos en el acto de “Educar para una cultura de paz “, educar para la crítica y la responsabilidad, para la comprensión y el manejo positivo de los conflictos, así como potenciar los valores del diálogo y el intercambio, y revalorizar la práctica del cuidado y de la ternura, todo ello como una educación pro-social que ayude a superar las dinámicas destructivas y a enfrentarse a las injusticias, sin asumir posturas pesimistas o cínicas, sino propositivas, es necesario reconocer una realidad: en gran medida el comportamiento de la sociedad indica que se están dejando de asumir los valores morales, y en cambio se introyectan otros que podemos llamar antivalores, lo cual mina o denigra las relaciones humanas.
Las causas pueden ser diversas y combinadas, como: el egoísmo excesivo, la influencia de algunos medios de información, conflictos familiares, padres irresponsables en la crianza de sus hijos, presiones económicas, pobreza, etc.; pero sobre todo el funcionamiento de un sistema Educativo desvinculado de las nececesidades actuales de los ciudadanos. El proceso de desvalorización siempre ha estado presente en todos los tiempos y civilizaciones; empero no tan acentuadamente como en la contemporaneidad. Existen personas que revelan una gran calidad humana, es decir, que asumen las normas universales de toda sociedad, tales como la responsabilidad, la humildad, la honradez, la solidaridad y, el respeto, y ante esta situación se debe otorgar un merito a la escuela y, la familia en primer lugar.
Para reflexionar un poco más acerca de la importancia que amerita la formación de los valores desde el ámbito educativo, familiar y social, se considera pertinente analizar el siguiente fragmento de Paulo Freire, desde un punto de vista axiológico: En la tarde que Paulo Freire comenzó a ser alfabetizado, en el suelo de la quinta de su casa en las afueras de Recife -estado de Pernambuco, Brasil-, con palabras que nada tenían que ver con el mundo adulto sino con el suyo propio, teniendo como pizarrón la tierra y como tiza una ramita de árbol, el mundo del niño no fue violentado sino penetrado y comprendido. Tal vez desde entonces los sueños de Paulo Freire comenzaron a ser históricamente viables. Hace algún tiempo, en una conversación Paulo Freire decía: “Perdidos están los que no sueñan apasionadamente, que no son románticos. Yo sueño con que nunca más se vacíen las calles. Que nunca más los líderes políticos se sirvan de las plazas llenas para poder negociar arriba. Sueño con que aprendamos todos a asumir democráticamente los cambios. Sueño con una sociedad reinventándose de abajo hacia arriba, donde todos tengan derecho a opinar y no apenas el deber de escuchar. Este es un sueño históricamente viable, pero demanda que la gente anteayer hubiese descruzado sus brazos.
Tomando como referente las palabras de Freire, la sociedad y la escuela deben intervenir concretamente y atender la necesidad de plantearse y definir una educación en valores que descruce los brazos de la humanidad, donde todos aprendan a asumir democráticamente los cambios y atender el sueño de crear una sociedad reinventándose de abajo hacia arriba, donde todos tengan derecho a opinar y no apenas el deber de escuchar, donde el papel fundamental que juegan los valores sean la esencia del asunto, son muchos los valores a considerar, sin embargo, un aspecto determinante que los connota sería sus características, las cuales se precisan de la siguiente manera:
Independientes e inmutables: son lo que son y no cambian, por ejemplo: la justicia, la belleza, el amor.
Absolutos: son los que no están condicionados o atados a ningún hecho social, histórico, biológico o individual. Un ejemplo puede ser los valores como la verdad o la bondad.
Inagotables: no hay ni ha habido persona alguna que agote la nobleza, la sinceridad, la bondad, el amor. Por ejemplo, un atleta siempre se preocupa por mejorar su marca.
Objetivos y verdaderos: los valores se dan en las personas o en las cosas, independientemente que se les conozca o no. Un valor objetivo siempre será obligatorio por ser universal (para todo ser humano) y necesario para todo hombre, por ejemplo, la sobre vivencia de la propia vida. Las valores tienen que ser descubiertos por el hombre y sólo así es como puede hacerlos parte de su personalidad.
Subjetivos: los valores tienen importancia al ser apreciados por la persona, su importancia es sólo para ella, no para los demás. Cada cual los busca de acuerdo con sus intereses.
Objetivos: los valores son también objetivos porque se dan independientemente del conocimiento que se tenga de ellos. Sin embargo, la valoración es subjetiva, es decir, depende de las personas que lo juzgan. Por esta razón, muchas veces creemos que los valores cambian, cuando en realidad lo que sucede es que las personas somos quienes damos mayor o menor importancia a un determinado valor.
La educación de los valores es actualmente una de las áreas educativas más interesantes y conflictivas; es un campo que exige una profunda reflexión y discusión, lo más importantes su recuperación y potenciación, así como también encontrar los medios adecuados para llevar adelante este objetivo fundamental del quehacer educativo. No hay que dejar a un lado que la base de la educación debe estar centrada en la pedagogía del amor.
Para finalizar este escrito, considero pertinente compartir estos mensajes y dejarlos abiertos a la reflexión de cada lector, de manera que en atención al desarrollo del tema expuesto y a su propia experiencia, le otorgue su propia interpretación axiológica…

Siéntate un momento, hijo mío,
Aquí tienes pan para comer y leche para que bebas
Pero después de haber dormido
Y haber cambiado de ropa
Te beso con los besos del adiós
Y te abro la puerta para que salgas.
Ni yo, ni ningún otro puede andar
Por ti ese camino, eres tú quién debe andarlo.
No queda lejos, está a tu alcance,
Quizás estabas en él desde que naciste
Y no lo has sabido,
Quizás esté en otra parte, en mar y en tierra.
Walt Whitman


La maestra
Por Roser Tomás
Una vez puestas las notas, los informes y requerimientos burocráticos acabados, siempre siento la necesidad de escribir una carta a todos los que, presuntamente, han sido militantes en las aulas en la banda contraria a la mía.
Enseñar es mi oficio -Bien, enseñar lo que díce enseñar, enseño poco, pero por lo menos intento despertar interés para aprender-. Y dejadme que os diga que esta manía me ha provocado las sensaciones más contradictorias: a veces, cuando he experimentado un ataque de optimismo, me he llegado a creer que soy una profesional capaz de ayudar a mis adolescentes a entenderse y de hacerlos pasear por los diferentes paisajes que hay en su horizonte -que sin ayuda les costaría descubrir-; otras, cuando el desánimo gana la batalla, me he sentido como Sísifo castigada a empujar una enorme piedra hasta la cima de la montaña sólo con la fuerza de mis brazos y total para ver día en día como, por la inercia de su propio peso o por las diversas fuerzas de la sociedad, la roca vuelve a bajar, montaña abajo, haciendo trizas todo mi esfuerzo y dándome a entender que nunca alcanzaría mi objetivo. Y es en momentos como éstos cuando me quiero convertir en desertora de la tiza. Un trabajo, como veis, que no produce callos en las manos pero, a menudo, sí que los puede hacer en el estado de ánimo.
Pues bien, ya había comenzado a redactar la carta abierta a mis alumnos, cuando decidí dejarlo para más tarde, cerré el ordenador, me repanchuflé en el sofá y, mando a distancia en mano, comenzé a hacer zaping, nada conseguió seducirme y me quedé medio adormilada en el sofá.
Una pesadilla pobló mi siesta: treinta alumnos, armados con treinta mandos a distancia, llenaban mi aula, se estiraban en la silla, los pies sobre la mesa, unos comiendo pipas, otros haciendo globos con su chicle; todos amenazando de hacer zaping si mi espectáculo no los seducía. No tenía ni música, ni imágenes ni efectos especiales; sólo mi voz. Pese a las pocas posibilidades de éxito, comenzaba la clase intentando contestar a una pregunta que consideraba esencial: ¿Qué es para a mí educar?
Por un lado, permitir que mis alumnos crezcan intelectualmente, tomen decisiones, se equivoquen y aprendan de sus errores y, por el otro, mostrarlos que hay muchas puertas y ventanas a través de las cuales se pueden otear diferentes paisajes, para que cada cual abra y cierre las que quiera y disfrute del paisaje que escoja.
Aún no había acabado de responder, cuando se ha oído, ¿tenemos que tomar apuntes?, ¿eso entra al examen?, ¿pero qué dice la pava? ¡qué rollo! ¡Eso no mola! ¡No nos rayes, tía! Y, a partir de aquí han comenzado a enviarse notas, a pellizcarse, a pelearse, a sonar móviles, a mirar por la ventana... ¡¡¡Nadie estaba sintonizando mi canal !!!
Los guionistas me llamaron al orden y me hicieron ver que la respuesta era demasiado abstracta y aburrida para captar la franja de edad a la que iba dirigido el programa. El director me dijo que me tenía que reciclar si quería mantener la audiencia y que debía esforzarme en adaptar mis guiones a un público más heterogéneo.
Ha sido en aquel preciso momento, al despertar de mi siesta, aún no conectada del todo con el mundo de los despiertos, cuando me ha rondado una angustiosa pregunta: ¿Y si mis alumnos vienen a clase con esta predisposición?
He intentado imaginar el espectáculo de mis clases desde el sofá de mi casa, en actitud totalmente pasiva y esgrimiendo el mando a distancia con la amenaza que a la mínima cambiaría de canal o desconectaría. ¡Qué fracaso de espectáculo, el mío! Y como si hubiese encontrado el cabo del ovillo, he comenzado a estirar el hilo y una retahíla de preguntas y respuestas se han ido encadenando a mi interior. De este batiburrillo de después de la siesta he intentado ensartar todas las ideas en una carta.


Carta abierta a mis alumnos
Queridos alumnos,
(Sí, queridos, porque la labor de enseñar es un acto de solidaridad, de afecto, de servicio, no de lucimiento personal. Cómo lo calificaríais sino el acto de intentar formar individuos capaces de prescindir de una cuando aprendan a caminar solos? Sí, alumnos, no coleguis. Me considero demócrata, pero ser democrático no quiere decir aceptar que todos somos iguales en la escuela. Es el maestro que sabe lo que el alumno ignora quien debe decidir qué ha de enseñar y hacerle saber que merece la pena el esfuerzo que cuesta aprenderlo. El alumno no sabe qué desconoce.)
Inicio mi relación de agravios, que serán seguramente una visión subjetiva y parcial del tema, con la esperanza de que se le añada también la vuestra y de este modo acerquemos posturas y comencemos a construir la cultura de la enseñanza que creamos más idónea para nuestro centro y en el siglo actual.
Primero. Yo no estoy al otro lado de la pantalla para haceros un espectáculo y, si no consigo consigo seduciros, podéis cambiar de canal o desconectar. Nosotros, los profesores, estamos aquí para intentar establecer puentes de diálogo entre el saber de ayer y el de mañana: facilitaros la tarea de entender los aciertos y los errores de nuestros antepasados para no tener que comenzar nuevamente de cero. Y por ello necesitemos vuestra complicidad y vuestra participación. No podemos daros la “libertad” de desconectar.
Segundo. Yo no soy el enemigo. Sé que, demasiado a menudo, los alumnos veis al profesor como el enemigo: el representante de la ley de los adultos. Los profesores no somos el enemigo; somos la autoridad en el sentido de la persona que marca la disciplina que necesitáis para crecer intelectualmente. Es evidente que podéis argüirme: eso de crecer intelectualmente se valora socialmente?, da dinero?, prestigio? En las series de TV más populares y en todo el imperio mediático, quién triunfa: el alumno que trabaja, se esfuerza y pone sus cinco sentidos en aprender o lo que es un vivales que copia, hace trampas, se enfrenta al profesor?
Tercero. A mí tampoco me gusta la disciplina represiva. No se me escapa que los alumnos tenéis un radar que os permite discernir con claridad qué profesores se preocupan de veras por vosotros y sabéis captar el punto débil de cada uno de nosotros con mucha clarividencia. Os habréis dado cuenta pues que soy muy cuidadosa con la disciplina educativa y no tanto en la represiva que no me queda más remedio que aplicar porque, si no lo hiciera, en la clase, se impondría la tiranía del más fuerte sobre el más débil.
Cuarto. Yo también soy de este siglo. Si ya sé que podéis argüirme que me empeño en enseñaros a hablar correctamente, cuando la sociedad os abastece de revistas, programas de TV, chats, etc con un lenguaje totalmente deformado; que vivis en constante contradicción porque se profesa una moral en la escuela y otra fuera; que tal vez la prudencia y la modestia que os enseñemos en el centro escolar se convierte en la sociedad en cobardía, falta de carácter...pero si el maestro no ofrece un modelo racional y adecuado será sólo la televisión, la cultura de la calle, etc ... quien os dará el modelo a seguir.
Quinto. Sí, los alumnos también tenéis derechos. Y deberes!. Demasiado a menudo nos hacéis sentir que los alumnos sólo tenéis derechos y no admitís que os podéis equivocar. Equivocarse, no es el problema, aprender de estas equivocaciones es manifestar el grado de madurez que uno va adquiriendo poco a poco. Está claro que tampoco tenéis demasiados ejemplos mediáticos de políticos o héroes en los diversos campos que tengan la valentía de admitir que se han equivocado y, lo que es más importante, que demuestren aprender de sus errores.
Sexto. Yo también pienso que la escuela tiene que crear ciudadanos con actitudes éticamente valiosas, pero ha de implicar -además de profesores y alumnos- a padres, comunidad educativa y otras instituciones.Tal vez vosotros, los alumnos, tenéis pocos referentes en el marco familiar y busquéis los modelos para abriros a la vida, en el ámbito de la escuela y eso complica las relaciones en el seno de la comunidad escolar.
Séptimo. Tal vez no he entendido suficientemente bien que cada uno de vosotros es un mundo diferente, que no trabajocon un material moldeable al cual se le puede ir puliendo sin encontrar ninguna resistencia, pero sé que aprender es siempre un esfuerzo y que en la escuela no te queremos enseñar a consumir cultura sino a asimilarla y eso implica una actitud activa.
Octavo. Yo también sufro el desencanto de la clase docente, me hago preguntas y esgrimo argumentos unidireccionales que sólo sirven como terapia pasajera pero que no facilitan el diálogo entre los diferentes estamentos. Tal vez sería necesario que todo el mundo en el seno de la comunidad educativa se atreviese a expresar bien alto cómo se siente. Tal vez debemos conseguir entre todos instaurar una cultura de la educación y encontrar las herramientas más eficaces para vivir una empatía en las aulas.
Noveno. Los profesores somos eslabones sin nombre en la escalera que va del saber de ayer al invento del mañana. Posiblemente no ganaré ningún premio, pero me sentiría recompensada si detrás de algún invento del mañana hubiese mi pequeña colaboración.
Décimo. Todos mis agravios desembocan en una conclusión final: debemos hacer cestos con el mimbre que tenemos. Los profesores tenemos que conocer el material y convertirlo en el cesto más bonito posible; los alumnos tienen que querer convertirse en el cesto más valioso sin poner demasiada resistencia. Los padres y la sociedad tienen que reconocer y de aplaudir esta tarea y ayudar a convertir el material más precario en el cesto más bien hecho.
De otro modo, reproduciremos la historia de Penélope: lo que teje la escuela, lo deshará por la noche, la sociedad, y así no hay forma de avanzar.
Es preciso que todos colaboremos para que el carro de la sociedad vaya avanzando y que todo el mundo se pregunte si tira del carro, si le ayuda a avanzar, si no participa -el pecado de omisión es uno de los más graves- o si, además, pone palos en las ruedas.
Fuente: La Vanguardia


Autor: Beiby Cueva

Referencias:
Villegas de Reimers E. Educación de valores éticos y democráticos en las escuelas: la situación actual en Latinoamérica. Revista Pensamiento Educativo, Educación de Valores. 1996;18:42.
Padilla Garrido A. Educación en valores y su sentido. Revista Pensamiento Educativo, Educación de Valores. 1996;18:25.
Jerez S. Perspectivas antropológicas de una educación en valores. Revista Pensamiento Educativo. Educación de Valores. 1996;18:10.
Barroso, M. La experiencia de ser familia

1 comentario:

  1. es un interesante tema para la reflexión, los mensajes dilucidan una realidad latente, que tanto docentes como familia tienen que fundamentarse para atender... la tarea es de todos y el trabajo esta en marcha... no hay que dejar los brazos cruzados y una sociedad a ciegas... hay que preparar a estya sociedad para que mantenga sus brazos abiertos y sea objetivo en su formación... muy bien

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